domingo, 27 de diciembre de 2020

EL COVID Y YO

 

 

Llega el cierre de 2020 y ya he hecho recuento de libros leídos, música que me ha emocionado fuertemente, paisajes que llevo en la retina siempre, retos por hacer.

Ha sido un año atípico. No me puedo quejar: pude disfrutar de mi pasión por viajar, pero siempre atada a la prudencia y a una higiene extremada. Evitando situaciones conflictivas, pero cogiendo aire para poder seguir viviendo. El Mediterráneo y la Montaña Leonesa me dieron un empujón para afrontar este invierno.

Pero para llegar a diciembre, pasé un calvario particular que aún perdura y colea.

Marzo significó para mi un hachazo, una gran debilidad, mucho miedo.

Parar nuestras vidas cotidianas y dedicarnos sin otra opción más intensamente a nosotros (sin perder la vista hacia el afuera y las situaciones vulnerables de muchas familias).

Tener siempre un runrún en la cabeza de lo correcto, el peligro, las necesidades, los temores y las lágrimas de otros.

Marzo me tumbó en una cama enferma y me obligó a encerrarme durante meses, presa del Covid y sus secuelas. El miedo a morir y dejar a mi hijo desamparado. Ver el miedo también en sus ojos y mi incapacidad de consolarlo. Las noches de los dos en vela. Un estado físico deplorable tras el paso del virus en mi y un temor permanente a que las secuelas no se difuminen con el tiempo.

Para llegar a diciembre he perdido a gente querida, gente importante.

Recibir noticias nunca deseadas de gente que marchó por culpa del virus me abrió las venas de dolor. Personas con ganas de vivir, personas con mucho por dar en esta vida que nunca serán un número. Un número que ahora no queremos saber, pero que está lleno de identidades que dieron y recibieron amor de su gente antes de que el Covid nos paralizara.

Hoy ha llegado un rayo de luz. Hoy ha llegado la vacuna a España y eso nos permitirá una vida más normalizada, más cercana, más segura. Ver a familiares mayores sin temor a ponerles en peligro, ver a amigos de una forma más distendida y natural. Seguir realizando actividades con mi asociación sin el encorsetamiento de los protocolos Covid (ahora tan necesarios, muy necesarios, más que nada prioritarios).

Siempre habrá negacionistas y descuidados por el mundo:  Antisistemas convertidos en peligro público, Personas que inundan el centro de tu ciudad como si no hubiera un mañana,  que reclaman una vida normal ya, pero sin poner coto a sus malos hábitos, personas que odian como yo la mascarilla, pero alardean de no llevarla, de decir que vivimos en un mundo de mentira, personas que hablan de conspiración mientras más de 50.000 personas no están lastimosamente hoy con nosotros.

Negacionistas, se dicen.

Espero que ninguno se me acerque: soy su mayor enemiga.

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