miércoles, 2 de julio de 2008

EL VALOR DE UNA DUCHA

10 días en un campamento, aunque sea en un albergue hacen que valore por encima de muchas cosas materiales "una buena ducha".
En el albergue había duchas. Yo solía ducharme prontito, antes de que despertaran los niños, pero con un oido siempre pendiente de la puerta. Además son puertas basculantes a media altura, con lo cual siempre podía entrar otra monitora o una de las chicas mayores y verte en plena faena.
Por otro lado, por las tardes, era el momento ducha de los niños. Como me tocaba duchar a Ángel y a otro pequeño, les metía en una ducha más grande, los enjabonaba y después los aclaraba.
Algún día me duché con Ángel, pero siempre con prisa, sacándole a él con la toalla, yo con la mía, los aperos de la ropa, el aseo, en fin...
Creo que no me encremé en todos los días que allí estuve, ni me miré más allá del ombligo, siempre cercada por la prisa.

Llegar a casa el domingo por la tarde y entrar en mi aseo fue uno de los placeres orgásmicos que más recuerdo. La ducha sólo para mi, a la temperatura que yo quería, el tiempo que necesitaba para mi y salir relajadamente y mirarme y cuidarme.

Ya os digo, todo un placer a valorar.

2 comentarios:

Margalida dijo...

Jaco, si es que a veces, lo mas simple es lo que nos hace mas ilusion y no te das cuenta hasta que no lo tienes.

PilarA dijo...

Es que después de un día duro, una ducha en condiciones da media vida.

¡Bienvenida!!!